Elegir destino vacacional no siempre resulta sencillo, pero La Cerdanya se presenta como uno de los lugares más acogedores. Constituye una opción perfecta para familias que buscan un espacio donde niños y adultos disfruten por igual. Naturaleza espectacular, aventura, historia y excelente gastronomía: aquí todos sacan partido.
La Cerdanya se divide en dos mitades desde 1659: Alta Cerdanya francesa y Baja Cerdanya catalana. Por motivos históricos, visitar un mismo valle equivale a recorrer varios destinos.
Su cercanía al Principado de Andorra permite, en un solo día y casi a pie, pisar tres países —algo prácticamente imposible en cualquier otro punto del planeta—.
Tras varios días recorriendo la comarca, coincido con David, nuestro guía: La Cerdanya es un destino sobresaliente para el turismo familiar. Se encuentra en el valle más amplio y soleado de Europa, una llanura a 1.000-1.200 metros coronada por picos de casi 3.000. Su principal atractivo es la conectividad: solo 150 km separan Barcelona del corazón del valle.
Los paisajes —inmensidad del valle, Sierra del Cadí— invitan al senderismo. Espacios como el Parque Natural Cadí-Moixeró o los valles y lagos glaciares permanecen menos conocidos para el turismo internacional, eclipsados por la fama del Parque Nacional de Aigüestortes y el lago de Sant Maurici, a hora y media en coche.
Día 1
Lo que más impacta es la unidad geográfica y cultural. Aunque el territorio pertenece a España y Francia y roza Andorra, en pocos kilómetros se pasa de un país a otro mientras los habitantes hablan la misma lengua —el catalán— y comparten idéntica cultura. David recomendó visitar el Centro CAT de Puigcerdà y el Centro de Interpretación del Tratado de los Pirineos, ambos en el mismo lugar. Seguí su consejo y valió la pena.
El turismo en La Cerdanya arrancó a finales del siglo XIX. La burguesía catalana levantó grandes villas junto al lago de Puigcerdà atraída por el clima y las posibilidades familiares. Algunos lo consideraban milagroso para ciertas dolencias. Hoy siguen llegando familias francesas y españolas para largas estancias.
Tras el CAT, paseamos en barca por el lago del pueblo y subimos al campanario para disfrutar de una de las mejores vistas de los Pirineos. Como era el primer día, dedicamos la tarde a pueblos cercanos. Elegimos Llívia, enclave español rodeado de Francia. Visité el Museo de la Farmacia —el más antiguo de Europa— y subí al castillo para una panorámica 360° del valle.
Día 2
El segundo día trajo excursiones que encantaron a los niños: lagos de Malniu en Meranges y de la Pera en Lles, paseos cortos por cascadas del valle de la Llosa desde Prullans y miradores de Pla de l’Àliga en Estana. Naturaleza en estado puro, como dijo David.
En invierno, Lles, Aransa y Guils ofrecen raquetas, mushing y esquí nórdico. La Cerdanya es hub de deportes de montaña todo el año; en verano, el telecabina da acceso a parques de aventura, tubing y bolera. También visitamos granjas: ovejas y quesería tradicional en Meranges y, por recomendación de Marc y Lidia —propietarios de una casa rural en Montellà—, una explotación ecológica de vacas.
Día 3
En Prullans, parque de actividades y granja pedagógica: más de quince juegos —tirolinas, circuito de habilidades, camas elásticas—. Ruta en ebike y paseo a caballo por el valle completaron la jornada.
La gastronomía cerdana destaca por la calidad de sus productos y la cocina moderna que los interpreta. Recomendaron picnic en el campo —parques de Guils-Fontanera, Gallissà o Sant Guillem en Llívia— con embutidos y quesos locales. Elegí un prado cerca de Prullans: experiencia inolvidable.
Al final del día, baño relajante en uno de los spas más grandes de la comarca, el del Cerdanya Resort & Wellness.
Día 4
La Cerdanya presume de más horas de sol que cualquier otro punto de Europa. Incluso en días lluviosos hay alternativas: espeleología en las cuevas de Anas de Prullans, pista de hielo en Puigcerdà o Miniclub en Prullans mientras los padres disfrutan del Wellness.
Cerré la visita con el Tren Amarillo, que parte de la parte francesa del valle. Su recorrido incluye el mayor desnivel de Francia y une dos villas amuralladas Patrimonio de la Humanidad: Mont-Louis y Villefranche de Conflent.

Al atardecer, rumbo a Barcelona. La sensación compartida es curiosa: hemos pisado tres países y el paisaje y la cultura siguen siendo los mismos. Hemos vivido experiencias familiares únicas. Como dijo mi hija Rivka mientras hacía la maleta, «esto solo se vive en familia y en La Cerdanya».
Por su cercanía a Francia y Andorra y su fácil acceso desde Barcelona y Girona, este valle resulta uno de los destinos más completos y acogedores para todas las edades.
Cómo llegar
Desde la Estació del Nord de Barcelona salen autobuses diarios a Puigcerdà con Alsa (20,40 €, 3 h). Una vez allí, lo ideal es disponer de coche propio.
Tren regular Barcelona-Puigcerdà (12 €, 3 h). Horarios en la web de Renfe.
Coche de alquiler: E-9 hasta Puigcerdà (2 h 30 min, peaje ≈ 16 €).







