A orillas del río Ega, allí donde el Camino de Santiago atraviesa Navarra, Estella-Lizarra se alza como un cruce histórico de caminos de fe y de comercio. Conocida desde la Edad Media como la “Toledo del Norte”, la ciudad fue fundada en 1090 por Sancho Ramírez para proteger la ruta jacobea. Muy pronto llegaron mercaderes… y entre ellos judíos que durante siglos moldearon la economía y la cultura de la villa.
Desde sus orígenes, la vida judía fue parte esencial de la identidad de Estella. El primer barrio, llamado Elgacena, se situaba junto a lo que hoy es Santa María Jus del Castillo. En el siglo XIII, la comunidad había crecido tanto que se levantó una Judería Nueva amurallada al pie del cerro Belmecher, con puerta propia, baños rituales (mikvé), carnicería, hornos y hasta una torre defensiva cuyos restos aún se integran en las murallas de Ordoiz.
La sinagoga de Elgacena fue “cedida” en 1145 al obispo de Pamplona y, sobre sus cimientos, se alzó la iglesia de Santa María Jus del Castillo. Tres de los muros originales de la sinagoga permanecen incrustados en el templo, ofreciendo al visitante una rara y emocionante superposición de historias donde fe y poder se entrecruzan.
En su momento de máximo esplendor, la aljama de Estella contaba con 180 hogares, más del 10% de la población local, y pagaba en 1266 la elevada cifra de 1.600 libras en impuestos, prueba irrefutable de su pujanza económica. De aquí salieron figuras relevantes: el talmudista Menahem ben Zerah, cuyas obras influyeron en el pensamiento judío, y León Orabuena, médico personal del rey Carlos III el Noble. Nombres que confirman el papel de Estella como centro intelectual y profesional de la Navarra medieval.
La prosperidad se quebró en 1328 con un violento asalto al barrio en medio de disturbios políticos. Posteriormente, el decreto de expulsión de 1492 puso fin a siglos de presencia judía, aunque muchos conversos permanecieron y los ecos culturales perduraron en tradiciones y arquitectura. Todavía hoy, las calles susurran historias de resiliencia y adaptación.
Recorrer hoy el patrimonio judío
Estella-Lizarra invita al viajero a redescubrir este legado a través de un itinerario señalizado diseñado con la colaboración de la Red de Juderías – Caminos de Sefarad. Puntos imprescindibles:
- Santa María Jus del Castillo: erigida sobre la antigua sinagoga, con paneles interpretativos que explican su transformación.
- La Rúa: antigua “Rúa de las Tiendas”, evoca la vida mercantil judía; la señalización indica la ubicación de los antiguos comercios.
- Murallas de la Judería Nueva: restos de Ordoiz y una torre con saeteras que revelan el carácter defensivo del barrio.
- Puente de la Cárcel: puente gótico con vistas a San Pedro de la Rúa, joya del románico navarro.
- Palacio de los Reyes de Navarra: único edificio civil románico de Navarra, hoy Museo Gustavo de Maeztu.
Estos lugares tejen una narrativa que enlaza el pasado judío de Estella con su papel en el Camino de Santiago, ruta histórica que unió culturas y creencias a lo largo de Europa.

Un patrimonio vivo y en constante renovación
El legado no es estático. Estella participa activamente en la Jornada Europea de la Cultura Judía con visitas guiadas, conciertos y talleres que reviven tradiciones sefardíes. La gastronomía también tiene protagonismo: eventos culinarios reinterpretan recetas medievales judías con productos locales, creando experiencias que funden historia y sabor.
Gracias a su doble identidad, etapa jacobea y destino de memoria sefardí, Estella concentra su mayor afluencia en primavera y verano. La oferta de alojamiento incluye hoteles-boutique y casas, y su integración en las rutas del vino Ribera Sacra–Navarra añade valor para quienes buscan combinar patrimonio y enoturismo.
Para profesionales del turismo, Estella-Lizarra representa un producto de nicho con enorme potencial narrativo: el legado judío enmarcado en la gran historia del Camino, respaldado por infraestructura interpretativa y recursos digitales de la Red de Juderías.







