La historia de la comunidad judía en Gran Canaria durante el siglo XVI resulta tan apasionante como reveladora: exigió resiliencia, adaptación y preservación cultural frente a la adversidad. Su legado permanece indisolublemente unido a la incorporación de las Islas Canarias a Castilla y constituye una razón de peso para descubrir este territorio singular.
Las Canarias se integraron progresivamente en la Corona de Castilla a lo largo del siglo XV: Lanzarote en 1402, Gran Canaria entre 1478 y 1483, y Tenerife en 1496, en plena efervescencia inquisitorial. Tras estas conquistas, el archipiélago se convirtió en refugio para judíos que escapaban de la persecución en la Península y Portugal.
A partir de 1496, numerosos judíos llegaron buscando una seguridad relativa. Sin embargo, el crecimiento de la población judía llevó al obispo de Canarias a instaurar en 1499 una Inquisición episcopal contra el judaísmo. En 1504 se creó un tribunal del Santo Oficio en Las Palmas de Gran Canaria que, a lo largo del siglo XVI, procesó a aproximadamente 2.262 personas.
Primeras comunidades judías y criptojudías
Gran Canaria acogió a conversos y judíos practicantes que, pese a la presión, lograron prosperar económicamente. Participaban en gremios de médicos, abogados, zapateros, tintoreros y agricultores. Algunos ocuparon cargos relevantes en la administración civil y militar, y mantenían redes comerciales con Castilla, Francia, Flandes e incluso Londres.

La escasez de libros hebreos fomentó la creación de un ritual marrano con oraciones apócrifas. Los archivos de la Inquisición, conservados en el Museo Canario de Las Palmas, describen a familias judías que vivían con cierto desahogo: hombres con caballos y armas, mujeres con vestidos lujosos y joyas de oro.
En 1514, por ejemplo, un portugués intentó fundar en La Laguna una cofradía que discriminaba por linaje; la justicia la disolvió de inmediato y castigó al promotor. En 1573, tras muertes misteriosas de niños, los canarios culparon a brujas desconocidas, no a sus vecinos judíos, evitando así una caza de brujas generalizada.

El ocaso de los criptojudíos
El siglo XVI asistió al declive de la comunidad criptojudía canaria debido a la acción implacable de inquisidores como Ximénez y Padilla. Muchos se asimilaron al cristianismo; otros emigraron a Marruecos, Madeira, Flandes o las Indias Occidentales. Algunos intentaron llegar a Palestina —al menos una familia canaria lo logró y practicó abiertamente el judaísmo en Judea—.
Hoy, la comunidad judía de Gran Canaria la forman unas 30 familias que regresaron a partir de mediados del siglo XX. Su vitalidad y empeño por recuperar la memoria son patentes en la práctica religiosa y en la difusión de la tradición sefardí canaria.
Esta doble historia —la antigua y la contemporánea— confiere a Gran Canaria una dimensión única. Más allá de sus paisajes, la isla ofrece un viaje profundo a un legado judío que sorteó la adversidad con determinación y que testimonia la perenne conexión con las raíces sefardíes.
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