Un sabor fresco de Gran Canaria

Para descubrir de verdad un destino como Gran Canaria, su historia, sus gentes y hasta los motivos de su paisaje caprichoso, hay que saborearlo. Esta isla atlántica adquiere su perfil gustativo del mar, el sol, los vientos alisios y la solidez volcánica, lo que otorga a su cocina una identidad singular: fusión de influencias europeas, latinoamericanas y africanas.

La gastronomía canaria se ha forjado en 500 años, con ingredientes que reflejan su rol como gran puerto atlántico: viajeros de cientos de naciones trajeron sabores de diez meridianos. Esta variedad impregna la isla, desde el exquisito Queso de Flor hasta empanadas de batata, vinos, ron de caña y café.

El legado culinario grancanario es un tapiz rico. Platos marineros con sal marina, pescados y mariscos locales conviven con quesos de tradición trashumante, vinos de suelos volcánicos, olivos milenarios y cafetales. Frutas tropicales y huertos fértiles aportan mangos, aguacates, piñas, papayas, papas, tomates, cebollas y fresas.

Los microclimas diversos permiten a la abeja negra producir miel, y cada año las Montañas Sagradas —Patrimonio de la Humanidad— se cubren de almendros en flor. Estos elementos convergen en una cocina perfecta: buena mesa y buen tiempo en cualquier estancia.

Descubriendo los molinos de gofio
Entre los tesoros gastronómicos de Gran Canaria, el gofio ocupa un lugar especial: harina tostada de cereales, sobre todo maíz o trigo. Su producción forma parte de la historia socioeconómica insular, y visitar molinos permite asomarse a su pasado.

Antes de la llegada de colonos, era alimento básico de los guanches: cultivaban, tostaban y molían cebada para mezclarla con miel y leche de cabra. Su riqueza en potasio, calcio, magnesio, zinc y hierro resultó vital contra hambrunas; alto en proteínas y carbohidratos, bajo en grasas y sabroso, conquista a todo visitante.

Hasta hace décadas, molinos producían variedades por toda la isla. Hoy unos pocos siguen activos y abiertos al público.

Restaurantes y chefs renombrados incorporan gofio en sus recetas. Destaca la pella de gofio —cilindro de harina con agua, sal, azúcar y aceite, cortado en rebanadas para platos dulces o salados—. También el puré de gofio en caldo de pescado, como aperitivo o guarnición.

Visitar estos molinos es un viaje histórico. El mejor momento es durante la floración del almendro, cuando el paisaje resulta más fotogénico. La ruta sugerida incluye paradas que revelan el proceso y el significado del gofio.

• Molinería Rojas: Construida entre 1878 y 1880, es el molino activo más antiguo de la isla. En Gáldar, norte de Gran Canaria, conserva parte del acueducto que la abastecía y permanece en manos de la misma familia.
• Molino de Fuego: En Telde desde 1903, elabora diversas harinas y cereales. Su gofio de millo local ha sido premiado en el concurso regional del Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria.
• Molino de San Mateo: Parada habitual en el mercado agrícola y artesanal del pueblo, viernes a domingo. El aroma atrae al mostrador donde se muele el maíz fresco en las piedras y se embute en sacos.
• Molino Pérez Gil: José Pérez Gil alimentó a niños en la posguerra. El molino original en Santa Lucía es ahora Museo del Gofio, pero la producción continúa en Vecindario desde hace 39 años.

Cada parada no solo muestra el proceso, sino que permite interactuar con productores y probar el producto fresco. Estas vivencias profundizan en el contexto cultural e histórico de la gastronomía grancanaria y complementan cualquier visita a esta tierra de sabores.