Detrás de las murallas medievales de Ávila, entre las mejor conservadas de Europa, se esconde una historia que transformó la espiritualidad judía. Más allá de su belleza natural y arquitectónica, esta ciudad Patrimonio Mundial ofrece una lectura distinta: calles que fueron hogar de una de las comunidades hebreas más influyentes de Castilla, con la historia de un destacado: Moshe ben Sem Tob de León, el hombre al que se atribuye la redacción del Zohar, la obra fundacional de la Cábala.
Ubicada a poco más de una hora de Madrid, sus murallas, sus iglesias y la figura de Santa Teresa son iconos conocidos. Lo que pocos saben es que la ciudad guarda un legado sefardí profundo, hoy recuperado gracias a la Red de Juderías – Caminos de Sefarad, que ha diseñado rutas, paneles y actividades para acercar esta memoria a los viajeros.
La presencia judía en Ávila se documenta desde el siglo XII. En la Baja Edad Media, su aljama llegó a ser una de las más importantes de Castilla: sinagogas, baños rituales y un cementerio que hoy conocemos como el Jardín de Sefarad. En su época de esplendor, los judíos representaban cerca del 20% de la población, dedicados al comercio, la artesanía y las finanzas.
En este contexto, por el 1295, llegó a la ciudad Moshé de León. Nacido en León alrededor de 1240, fue filósofo, místico y escritor prolífico. Antes de instalarse en Ávila, recorrió las principales juderías castellanas (Guadalajara, Valladolid) y en 1264 encargó una copia de la Guía de los Perplejos de Maimónides, prueba de su interés por la filosofía. Pero su obra más célebre sería otra: el Zohar, el “Libro del Esplendor”.
Su trayectoria filosófica refleja las tensiones que vivió De León dentro del judaísmo de su época, con dos corrientes que se enfrentaban: los literalistas ortodoxos, quienes apoyados por las élites, defensores de la ley estricta; y los místicos, que predicaban pobreza y comunión con la naturaleza, cercanos a las clases populares.
Moshé se alineó con los segundos y, con esa mirada, estructuró una vida itinerante, que tuvo algo de apostólica, ya que difundía ideas, escribía, y debatía. Finalmente en Ávila encontró calma en la casa de Yuçaf de Ávila, un judío influyente. Este le dio apoyo y comodidades para completar el Zohar, libro que redactó en arameo para parecer antiguo, estructurado en diálogos y comentarios atribuidos al rabino Shimon bar Yojai. El debate sobre la autoría única del Zohar, sin embargo, está aún abierto.
Además del Zohar, Moshé de León escribió unas 25 obras, entre ellas el Sefer ha-Rimmon (1287), una interpretación mística de las leyes rituales; Ha-Nefesh ha-Hakamah (1290), sobre el alma y la restauración cósmica; Shekel ha-Kodesh (1292), reflexiones sobre la vida después de la muerte; y Sefer ha-Sodot (1293), sobre los misterios divinos.
Murió en 1305 en Arévalo, durante un viaje para reunirse con otro teólogo. Fue enterrado en el cementerio judío de Ávila, descubierto en 2012 y convertido en el Jardín de Sefarad, la mayor necrópolis hebrea hallada en España
La historia en las calles
El paseo por la judería lleva también el sello de Moshé de Léon. Comienza en Calle Santo Domingo, corazón del antiguo barrio judío, y sigue por Vallespín y Reyes Católicos, donde paneles interpretativos señalan casas históricas. El Jardín de Moshe de León, junto a la Puerta de la Malaventura, rinde homenaje al autor del Zohar. El Jardín de Sefarad, en el extrarradio, recuerda a quienes reposaron allí durante siglos. Muy cerca, la capilla de Mosén Rubí y la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves se levantan sobre antiguas sinagogas, testigos de una historia de adaptación y ruptura.
Ávila, además, conserva además la única copia del Edicto de Expulsión de 1492 en Castilla, documento que marcó el fin de la convivencia.
Cada septiembre, la ciudad participa en las Jornadas Europeas de la Cultura Judía, con visitas guiadas, conciertos y talleres gastronómicos que reinterpretan recetas sefardíes con productos locales. No se trata solo de mirar piedras: es un diálogo entre pasado y presente, que sigue contando historias.







